miércoles, 16 de mayo de 2012

Desconocido





Ese ser innombrable, irreconocible, sin forma definida, de colores más allá de la gama cromática percibida por el ser humano, ese horror cósmico e ignoto compuesto por ángulos imposibles...

Tememos sin duda alguna a lo que no conocemos, probablemente por la incapacidad de nuestra mente a darle forma para poder afrontar ese reto, quizás también tememos lo desconocido porque nos desespera que ese ser intangible y amorfo nos robe nuestra propia identidad.

Nos abruma y nos aterroriza la idea de que exista algo incapaz de ser medido, pesado y delimitado por nuestros patrones humanos, apreciamos de forma innata las cosas bien definidas y reconocibles de forma rápida y sencilla, porque de esta forma nos es posible o más fácil controlarlo, o precisamente porque al conocer sus datos, de forma inconsciente, ya intuimos que ha sido controlado y puede volver a serlo.

Sensaciones extrañas, presencias preternaturales y por supuesto los eternos y constantes desconocidos de la muerte y el caos son los ingredientes utilizados cuando se pretende dar miedo. Controlar por el miedo y el desconcierto a lo que no podemos controlar es un oficio conocido desde hace milenios. Las religiones mistéricas arcaicas que siempre iban unidas al poder, poseían estos ingredientes en ingentes cantidades y aún muchas de las religiones que actualmente perduran y el poder, que supuestamente está separado de la religión, continúan atemorizándonos aunque de forma más sutil y mezquina.

Sin duda alguna, el miedo a lo desconocido es el miedo más primitivo y profundo que puede sentir el mundo, un miedo que (utilizando palabras fetiche de H.P. Lovecraft): es como un icor negro, pestilente y nauseabundo que nos estrangula las entrañas con sus oscuros y primigenios tentáculos preternaturales nacidos en una época remota donde el hombre aún no era hombre.


No hay comentarios:

Publicar un comentario